domingo, 3 de febrero de 2019

LUCES Y SOMBRAS EN LA ALAMEDA JARA

Hace ya varios años que vengo observando a las golondrinas que habitan en la Alameda Jara, dos parejas que anidan en el interior de cocheras de los pisos que la enmarcan. Una cochera está a un lado de la alameda y la otra, al otro. Parece mentira que, en una distancia tan pequeña -algo más de 50 metros- se vivan situaciones tan distintas.


El año pasado, los dueños de una de esas cocheras cerraron la entrada de las golondrinas con una malla de alambre y tiraron el nido. Al principio, ellas intentaron volver a hacerlo y las veías revoloteando alrededor de la puerta y agarrándose a la malla, pensando quizás por qué no podían entrar. Sin embargo, fieles a su costumbre de anidar donde nacieron, hicieron su nido fuera, en una esquina de esa puerta y, a pesar de lo expuesto del lugar, sacaron adelante a su prole. Hoy, su nido está casi destruido y, si vuelven a él, tendrán que reconstruirlo (si les dejan) y volverán a criar en un rincón lleno de peligros para sus pollos.


Tan sólo 50 metros más allá, al otro lado de la alameda, la otra pareja sacaba a sus hijuelos en el interior de la otra cochera. Entraban y salían en ella como siempre, canturreando mientras sorteaban  los barrotes, con la tranquilidad que da el tener a su familia a salvo en su hogar de siempre. Seguras y felices.


El otro día pasé por delante de esta segunda cochera y vi que la puerta estaba abierta. Miré dentro y comprobé, con inmensa alegría, que no sólo el nido seguía intacto, sino que había otro nido junto a él. La familia crece, igual que mi respeto y admiración por los dueños de ese garaje: un hermoso ejemplo de convivencia entre seres vivos, humanos y animales, que contrasta con un absurdo afán de limpieza de los dueños del otro. Un garaje que las golondrinas ya no ensucian, pero que lo hacen la falta de conciencia ecológica, las ruedas de los coches y el polvo de la calle.

No hay comentarios:

Publicar un comentario