sábado, 26 de enero de 2019

CUENTOS CON GOLONDRINAS : EL PRÍNCIPE FELIZ

Para todos aquellos que amamos la lectura, los cuentos de Oscar Wilde forman parte de nuestra infancia. Para mí, entre todos ellos destaca el de El Príncipe Feliz, al que sólo puedo definir como delicioso y lleno de humanidad. Por ello, he querido que forme parte de las lecturas de PMAR  de este curso, enlazando con el programa para visibilizar y proteger estas aves en el que estamos metidos y del que este blog es prueba.
Y por ello, ahora que las golondrinas están a punto de regresar a nuestro pueblo, os pongo aquí las primeras líneas de este breve cuento, hasta la aparición de su viajera protagonista, para animaros a que lo leáis también y os enamoréis de su historia. Os prometo que, después de hacerlo, no podréis permanecer indiferentes cuando veáis volar a nuestras golondrinas... 

" La estatua del Príncipe Feliz se alzaba sobre una alta columna, desde donde se dominaba toda la ciudad. Era dorada y estaba recubierta por finas láminas de oro; sus ojos eran dos brillantes zafiros y en el puño de la espada centelleaba un enorme rubí púrpura. El resplandor del oro y las piedras preciosas hacían que los habitantes de la ciudad admirasen al Príncipe Feliz más que a cualquier otra cosa.
—Es tan bonito como una veleta — comentaba uno de los regidores de la ciudad, a quien le interesaba ganar reputación de hombre de gustos artísticos—; claro que en realidad no es tan práctico —agregaba, porque al mismo tiempo temía que lo consideraran demasiado idealista, lo que por supuesto no era.
 —¿Por qué no eres como el Príncipe Feliz —le decía una madre afligida a su pequeño hijo, que lloraba porque quería tener la luna—. El Príncipe Feliz no llora por nada.
—Mucho me consuela el ver que alguien en el mundo sea completamente feliz — murmuraba un hombre infortunado al contemplar la bella estatua. —De verdad parece que fuese un ángel —comentaban entre ellos los niños del orfelinato al salir de la catedral, vestidos con brillantes capas rojas y albos delantalcitos. —¿Y cómo saben qué aspecto tiene un ángel? —les refutaba el profesor de matemáticas— ¿Cuándo han visto un ángel? —Los hemos visto, señor. ¡Claro que los hemos visto, en sueños! —le respondían los niños, y el profesor de matemáticas fruncía el ceño y adoptaba su aire más severo. Le parecía muy reprobable que los niños soñaran.
Una noche llegó volando a la ciudad una pequeña golondrina (...)"   


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